19 de mayo de 2010

Es momento de arremangarse


La extrema pobreza está haciendo estragos en el pueblo y en las últimas cuatro décadas arruinó varias generaciones de argentinos. Siempre hay tiempo para contener este problema, pero depende de todos los que toman decisiones el dar el puntapié inicial. Hasta hoy, poco se ha hecho para poner freno a uno de los mayores males del país y, lejos de eso, se esconde la mugre bajo la alfombra mintiendo en las cifras oficiales sobre la inflación.

“Los frutos de la expansión rápida del comercio, la construcción, las ganancias corporativas y las exportaciones no están siendo compartidas por todos, y como resultado, la desigualdad económica y social se ha intensificado. A mediados de los 70, el 10% más rico de la población de Argentina tenía un ingreso que era 12 veces el del 10% más pobre. Para mediados de los '90, esa cifra había crecido a 18 veces el ingreso de los pobres, y para 2002, el pico de la crisis, el ingreso del segmento más rico era 43 veces el de los más pobres”. Estas líneas pertenecen a un artículo del 2007 del diario The New York Times, de Estados Unidos.
No sería injusto culpar a los principales actores y dirigentes políticos por la escasa atención que brindan a los graves problemas de pobreza que ponen en crisis a las familias argentinas. Tampoco lo sería evidenciar cada movimiento despótico con que se mueven, impunes, entre la miseria y los reclamos de la gente. Y a la par de la fauna política, van encolumnados en connivencia y en diferentes escalas, los grandes empresarios y el prejuicio generalizado.

En Argentina siempre hubo pobres. Pero desde los años 70, es una pobreza diferente. Malas políticas sociales y económicas, y la corrupción, entre otros, parecieran ser la génesis para que hoy día, por ejemplo, muera un chico por desnutrición cada 3 horas, según datos de UNICEF de 2007. El tiempo que dura ver un sustancioso film estadounidense de acción con un combo de ricos pochoclos, es suficiente para que un joven deje de existir.

Las cifras que arrojó el organismo hace tres años son, por demás, alarmantes, y han crecido desde ese entonces. En Argentina hay una tasa de mortalidad infantil del 13,3 por mil en la franja que va desde los seis meses al año. En comparación, Austria y Dinamarca son los que presentan la cifra menor (5 por mil) seguidos por Cuba (7), Estados Unidos (8) y Chile (9), entre otros.

Por día, nacen en nuestro país 606 bebés, de los cuales 25 (más del 4%) mueren antes del año de vida por causas evitables. Hugo Sverdloff, integrante del comité de pediatría social de la Sociedad Argentina de Pediatría, señaló que “en cuanto a la mortalidad infantil neonatal, de los primeros 28 días de vida, se registró aumento en las enfermedades de origen infeccioso, lo cual puede atribuirse a una crisis en el sistema de atención de la salud; desde los 28 días hasta el año de vida, aumentaron las enfermedades respiratorias, y tiene mucho que ver con las condiciones sociales de vida”. Para Sverdloff, el aumento en la mortalidad infantil “es preocupante: tendría que estar bajando, y mucho, en relación con lo que el país gasta en salud”.

Hoy, 260 mil chicos llegan a los 6 años mal nutridos. Para graficar mejor el número, son más de tres estadios Monumental, del club River Plate, repletos de jóvenes que no reciben la alimentación básica para la supervivencia y corren riesgo de muerte. El sustento de esos infantes se cubre con $2 diarios, que ni siquiera alcanzan para costear un litro de leche o medio kilo de pan, que valen alrededor de $3,30.

Argentina tiene unos 50 millones de habitantes aproximadamente. Según Juan Carr, titular de la Red Solidaria, hay que calcular que hoy casi 8 millones de personas viven en la pobreza y en la indigencia. Ese 16% de la población padece hambre y, por supuesto, no puede satisfacer sus necesidades básicas. Peor aún, se considera que Argentina es un país con potencial para producir alimentos para 300 millones de individuos. Las cuentas no fallan: se generan cantidades de comida cinco veces mayor a las que precisa la población, que sin embargo adolece de suministros.

Según el INDEC, la canasta básica de alimentos en marzo de 2010 para una familia tipo es de menos de mil pesos. Por supuesto, estas cifras son criticadas y desmentidas por la opinión pública. En este sentido, Jorge Colina, Investigador del Instituto para el Desarrollo Social Argentino, subrayó: “Si se midiera la inflación real, es muy probable que aumentara la cantidad de hogares pobres. Pero como se va a medir con un índice que no refleja la verdadera inflación, lo más probable es que disminuya la pobreza”. Por su parte, Claudio Lozado, Diputado de la CTA, agregó: "El INDEC tiende a subvaluar la canasta alimentaria y va a presentar un nivel de pobreza por debajo del efectivamente existente”.

Aún con las cifras que arroja el cálculo de dicjo organismo gubernamental, con el mismo dinero con que se mantiene, por ejemplo, la familia de un senador o un diputado ($10.000 en promedio según datos oficiales) podrían cubrir sus necesidades básicas 10 familias argentinas. El número subiría si se remarca que en el Congreso hay 330 senadores y diputados, parte de los encargados de ordenar y dirigir el país.

¿Quién tiene la culpa, entonces? Aquellos que, aún teniendo el poder y la vida de los argentinos en sus manos, deciden mirar hacia otro lado ante el triste marco de la pobreza y la desigualdad social. Aquellos que mienten en las cifras de la inflación de precios para esconder su falta de políticas distributivas y el fracaso de sus planes, si es que existen, para controlar a los grandes empresarios.

Hasta hoy, han fallado en casi todo lo que han intentado hacer para mitigar el duro golpe de la pobreza y la indigencia. Y esto afectó de muchas maneras: generaciones enteras sin cultura del trabajo, jóvenes sumergidos en la desnutrición y perdidos en las adicciones y en el delito, que no estudian ni trabajan, por lo que se les avizora un futuro poco feliz. Planes de beneficencia que no apuntan a mejorar la calidad de vida sino a enmudecer, cínicamente, el reclamo popular.

No parecieran existir políticas, ni a corto ni a largo plazo, para poner coto a este problema. Los intereses de los grupos políticos y de poder pasan por otro lado. Hasta ahora, pocos se arremangaron, y por lo visto, tuvieron escaso éxito. Será cuestión de seguir esperando que puedan solucionarlo. O que quieran.

UNICEF

Fundación - Red Solidaria

ONG - Help Argentina

Es conveniente evitar la demonización de los medios de comunicación


La actividad periodística y la figura de los medios masivos de comunicación despiertan temor e incertidumbre en el público. Sus prácticas, generalmente, son estigmatizadas con las más oscuras de las intenciones, por lo que el mundo del periodismo se inunda de mitos que habría que desterrar para su mejor y real comprensión.

Como toda empresa ordinaria, un medio de comunicación, a través de sus empleados, tiene como meta vender un producto. Para una misma satisfacción, cada empresa periodística confeccionará la noticia de acuerdo a estándares basados en su propia idiosincrasia, y en el nivel intelectual y de interés hacia determinados temas del público que los sigue. Para graficar la idea, sirven las palabras del fallecido José María Pasquini Durán (fotografía), ex editor del diario Página 12: “La noticia es ficción: está producida en busca de atrapar la atención de la audiencia. A partir de la línea editorial de los fundadores del medio, se elige un determinado punto de vista y se busca aquello que pueda ser más atractivo para sus lectores, ya sea porque evoca a sus sentimientos o porque evoca a su intelecto”. Esto no significa tergiversar la información, inventar una noticia o falsificar una realidad. Es analizar un acontecimiento desde un prisma que no necesariamente coincide con el de otras empresas o con el del lector de turno. Sí es obligación de este último evitar consumir esa construcción como palabra divina o como la verdad absoluta.

En la actividad periodística no hay independencia para tratar los diferentes temas. No la hay ni para el periodista ni para el dueño del medio. Desde intereses políticos hasta pautas de publicidad pueden condicionar, moderar u omitir lo que se incluye o no en la rutina de un medio de comunicación. Eso no significa que haya que ver con desconfianza todo movimiento que se genere en este ámbito o que el periodismo es un sistema corrupto que, por intereses, vende su alma al mejor postor.

Hay matices, hay visiones que no por casualidad se pueden encontrar en una nota o noticia. Será tarea del lector generar el hábito de ver más allá de lo que está escrito y buscar explicaciones para las diferentes reflexiones que se sucedan. A partir de esta práctica, será cada vez mayor la posibilidad de llegar lo más cerca posible a la realidad que cada uno quiere.

Blog: Periodistas 21

El Periodismo

15 de mayo de 2010

Reivindicar la Reforma Universitaria de 1918

Es necesario retrotraer el tiempo y analizar cuán diferente hubiera sido la vida del universitario en Argentina sin la revolución acontecida en Córdoba, en junio, que tuvo como actores principales a un grupo de estudiantes.



Una gran parte de los millones de alumnos que asisten a las universidades del país probablemente desconozca el significado de la Reforma Universitaria de 1918, cuyo epicentro fue Córdoba si bien su repercusión traspasó el límite provincial. Quizá la libre expresión y participación en dichos establecimientos educativos resulten naturales y obvios para los estudiantes. Pero estos privilegios, entre tantos otros, fueron logros fruto de largas e intensas luchas reivindicadoras.

En 1917, un incipiente grupo de jóvenes estudiantes creyó necesario un cambio en el paradigma educacional e institucional, con fuerte influencia de la Iglesia Católica, de la Universidad de Córdoba. El movimiento se opuso a una serie de medidas y de métodos de decisión nada democráticos, siempre en perjuicio de las clases no dominantes.

Con la fundación de la Federación Universitaria Argentina en abril de 1918, y fuerza de paros y huelgas con amplia adhesión de diferentes sectores pro-reforma, violentamente reprimidas por la policía, esta corriente revolucionaria logró que el Gobierno Nacional interviniera la Universidad de Córdoba y reformara los estatutos, en el que se introdujeron muchos de los reclamos estudiantiles.

Hoy las universidades del país gozan de oportunidades democráticas, parejas para todos. Existen cátedras paralelas, esto es, más de una por espacio curricular; la posibilidad de que se dicten materias complementarias a las del plan de estudio; concursos públicos para cargos docentes en detrimento de los puestos heredados o asignados “a dedo”; perioricidad de la cátedra para una permanente actualización docente; programas de extensión universitaria con el objetivo de aplicar en la práctica todos los conocimientos adquiridos en beneficio de la sociedad. Además, creación de nuevos centros y carreras; fundación de revistas y editoriales universitarias; aumento de planes de becas; apertura de centros de estudiantes y, por sobre todo, un espacio de participación e integración.

En este sentido, en el Gran Manifiesto redactado por Deodoro Roca (segunda foto margen superior) y firmado por la mesa directiva del movimiento el 21 de junio de 1918, se lee: “La Juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”.

Todo ello no hubiera sido posible si ese conjunto de estudiantes no se hubiera rebelado contra un sistema que, por ese entonces, era por demás opresor y antidemocrático. La vida del alumno universitario sería muy distinta a la de hoy día.

Reforma Universitaria 1918 - Universidad de Córdoba

Ministerio de Educación de la Nación - Legislación

Reforma Universitaria 1918 - Wikipedia

Reforma Universitaria 1918 - Diario Clarín

Reforma Universitaria 1918 - Bibliografía UBA